10.11.10

Fobias.

No consigo conciliar el sueño. Los relámpagos me atraviesan el cerebro provocando cortocircuitos en mi cerebro. Tengo frío, después calor, después se me adormecen los dedos. Hay alguien al otro lado de la habitación. Puedo sentirlo.... pero no. Todo el mundo está dormido, sumiso, hechizado en un sueño profundo.
La luna se cuela en mi habitación.
Espero.
Unas arañas salen de su cascarón, emergen desde mi ombligo, diminutas gotas peludas de color alquitran con pies de bailarina. Pululan, entretejen un velo de seda, cien mil arácnidos zigzaguean unidos para bordar al unísono hasta cubrirme por complejo en una mortaja que en el fondo resulta muy agradable.
Inspiro.
La telaraña se queda pegada a mis labios. Tiene un sabor polvoriento que me recuerda al de las cortinas viejas.
El aroma a jengibre, clavo y azúcar quemado se concentra sobre mi cama, la fragancia de su jabón, de su champú, de su perfume. Está acercándose. Llegara en cualquier momento.
Dejo escapar el aire y todo empieza.
Unas hojas verdes recubiertas de espinas trepan por el suelo, chisporroteando como si de una hoguera se tratara. Unas rosas negras florecen bajo la luz de la luna, nacen muertas y quebradizas. La telaraña de mi rostro mantiene mis ojos abiertos, me obliga a contemplar como él sale de entre las sombras. Las zarzas se enroscan alrededor de sus piernas, trepando por su cuerpo hasta alcanzar su cabello. Ahora está junto a la puerta; un seguendo más tarde está a mi lado. La temperatura de la habitación ha descendido treinta grados. Su voz resuena en mi cabeza.
No soy capaz de musitar palabra. Las arañas se escabullen y saltan entre sus brazos. Vuelan a un lado, entretejiñendonos a las dos.
La telaraña nos mantiene encerradas, mientras la luna se desliza por el cielo y las estrellas se adormecen.

1 comentario:

  1. WOW, eso esta genial, me ha gustado mucho, no tengo palabras....

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idas de olla.