Que ahora el sol me molesta en la cara todos los días, y cada vez con más intensidad. Que me obliga a cerrar los ojos, a arrugar la nariz y a querer huir otra vez a donde no haya luz, a donde no la encuentre y confíe en que no va a aparecer. Que la puta luz me molesta hasta cuando no hay.
La luz me quema la cara, la piel, el cuero cabelludo y entra por cada poro haciendo que se produzcan amagos de incendio en cada pliegue de mi cerebro. Noto el fuego en cada centímetro de mi minúsculo cuerpo y ninguna señal de que vayan a venir los forestales a sofocarlo o a crear un cortafuegos por medio de mi bosque. El humo va a salir por mis ojos, mi boca y mi nariz y se va a confundir con los restos de nicotina y café que aún aparecen por mis recovecos y van a volver a pensar que estoy loca, enferma, desesperada, absorbida. Y me dirán que no es humo, que es aire, que soy aire, que me voy a ir, que no estoy, que no me ven, que no soy. Claro que no soy, la luz me ha comido. La luz me ha prendido. La luz me hizo fuego. Y la luz me ha hecho humo. Y ese puto humo es transparente, y no se ve con la luz. Ni sin ella.
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idas de olla.