Hace tres años Juan Goytisolo
apenas contaba con medios para subsistir. Le era imposible costear los
estudios de sus tres ahijados, algo que se había convertido en su razón
de vida. Le fallaban las fuerzas para emprender una obra de envergadura y
en abril de 2014 escribió el siguiente documento: “Mi decisión de
recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días
obedece a razones éticas de índole personal. Desaparecida la libido y
con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir.
Tampoco mi cuerpo da para más. Cada día constato su deterioro y antes
que ese declive afecte a mi capacidad cognitiva prefiero anticiparme a
mi ruina y despedirme de la vida con dignidad”. Y seguía: “La otra razón
de la eutanasia es la de asegurar el porvenir de los tres muchachos
cuya educación asumo. Me parece indecente malgastar los recursos
limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos
médicos costosos en vez de destinar este dinero a completar sus
estudios. Por todo ello, escojo libremente la opción más justa conforme a
mi conciencia y respeto a la vida de los demás”.
Goytisolo
escribía siempre a mano y a mano firmó el documento. Se lo pasó al
ordenador la persona que solía transcribirle muchos textos, Rafael
Fernández, un profesor del Instituto Cervantes de Marrakech que murió de
cáncer ese mismo año. Goytisolo estaba obsesionado con la educación de
sus tres ahijados: Rida, que ahora tiene 23 años, Yunes, también 23, y
Jalid, 18. Rida es hijo de su gran amigo Abdelhadi y los otros dos son
hijos de Abdelhaq, hermano de Abdelhadi. Todos ellos, más la esposa de
Abdelhaq, vivían con Goytisolo en un antiguo hostal, que el escritor
compró en 1997. Formaban lo que él llamó su “tribu” y su tribu lo cuidó
hasta el final.
En 2014 Goytisolo asumía que su cuerpo no daba para más. Tenía 83
años, pero lo peor quedaba por venir. Siete meses después de escribir el
documento de la eutanasia, en noviembre de 2014, se anunció la
concesión del premio Cervantes, el más importante en lengua española,
dotado con 125.000 euros. El problema es que Goytisolo se había opuesto
en varias ocasiones a ese galardón. En enero de 2001, tras anunciarse el
premio para Francisco Umbral, Goytisolo publicó un artículo en este
diario titulado Vamos a menos donde criticaba “la putrefacción de la vida literaria española” y “el triunfo del amiguismo pringoso y tribal”.
Goytisolo terminó aceptando el premio y ese hecho le hundió más en su
depresión. Porque continuaba sin fuerzas para escribir y era consciente
de que se había contradicho al aceptarlo. Sus íntimos insisten en que
ni le deslumbraron los focos ni le atrajeron los honores. Pero ahora que
contaba con dinero para los muchachos ya no le encontraba sentido a
seguir viviendo. La víspera del 23 de abril, fecha de la entrega solemne
del premio en Alcalá de Henares, llamó en Madrid a un amigo para que lo
ayudara a comprarse un traje. Solo disponía de una corbata y decía que
no conjuntaba con la camisa. Cuando el amigo llegó al hotel le dijo que
no tenía fuerza ni ánimo para salir a la calle. Su familia deseaba
hacerse una foto con los reyes de España. Pero él estaba tan perdido que
no solo se olvidó de la foto , sino que al concluir el acto reparó en
que ni siquiera había saludado a los reyes en su discurso.
“Nunca cometió la vileza de decir que aceptó el premio por dinero”,
recuerda un allegado. En 2016, una persona que sabía de su depresión lo
invitó a París a pasar unos días. Goytisolo le entregó el documento de
la eutanasia. Tras leerlo, le dijo: “Como amigo te pido que no lo hagas.
Porque estos muchachos, aparte del dinero, tienen derecho a tenerte
ahí. No se trata solo de que les pagues la carrera. Dicho esto, si
quieres seguir adelante, entonces vámonos a un notario y lo dejamos todo
resuelto para tu sucesión”.
Pero Goytisolo no fue al notario. Esa misma noche de principios de
marzo lo llamó Carole, hija de su esposa, Monique Lange, escritora
fallecida en 1996. Carole tenía 56 años, se había separado de su marido y
pidió una suma al escritor. Juan Goytisolo, que otras veces la había
ayudado, en ese momento le dijo que no disponía de fondos. No obstante,
quedaron para cenar al día siguiente.
"Desaparecida la libido y con ella la escritura,
compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir. Tampoco mi cuerpo da
para más"
Pero ese día, al mediodía, Goytisolo recibió la noticia de que Carole
se había suicidado. “Esa noche estuve con él”, relata este amigo, “y
fue horroroso. Estaba ausente, con cien años más encima. Apenas podía
caminar. Decidió volver a Marrakech al día siguiente, sin esperar el
entierro de Carole. La familia de Carole estaba muy ofendida por el
hecho de que no se quedara al entierro. Pero Juan estaba hundido”. El
autor de Juan sin Tierra volvió a Marrakech. Tres semanas
después, coincidiendo con la Semana Santa de 2016, se cayó al bajar las
escaleras del café de la plaza Yemáa el Fna donde solía acudir cada
tarde. Se fracturó el cuello del fémur. Ingresó en la Polyclinique du
Sud, aunque su seguro solo tenía validez en el Hospital de Barcelona.
Como su empeño era gastar el mínimo dinero posible en sí mismo con
tal de dárselo a sus ahijados, Goytisolo se empeñó en salir de la
clínica al cabo de dos días. Los médicos se negaban, porque padecía
insuficiencia respiratoria y flebitis. Y además, sufría unos dolores
espantosos a causa de la rotura del fémur. Sin embargo, se marchó del
centro. Y esa misma noche, en su hogar, quedó al borde de la muerte. El
embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hochleitner,
y la cónsul honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi, lograron que la
clínica lo readmitiera, aun sin pagar la garantía. Quienes lo vieron
salir aquella noche de casa en camilla por los callejones de la medina
aseguran que iba más muerto que vivo.
Goytisolo solo aguantó tres días en el centro médico. Sin embargo,
lograron convencerle para que tratarse sus enfermedades con el seguro en
España. Llegó a Barcelona en abril de 2016 y permaneció un mes
internado. Varios amigos, miembros de su familia española, como su
sobrina Julia —musa del poema Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo—
y empleados de la agencia literaria Carmen Barcells se turnaron para
cuidarlo en el Hospital de Barcelona y en un centro de rehabilitación.
Con todo, él quiso regresar a Marrakech.
Estuvo varios meses con la movilidad bastante reducida. Y el 18 de
marzo de 2017 sufrió un ictus cerebral. Entró por urgencias en la
Clínica Internacional de Marrakech. “Los médicos me dijeron que lo más
probable era que muriese a lo largo de la madrugada”, relata la cónsul
honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi. “Sin embargo, por la mañana
recobró la conciencia y me pidió hablar con su amigo José María Ridao”.
Contactado por teléfono en París, el escritor y diplomático comenta que
Goytisolo estaba un poco desorientado esa mañana. “Me contó lo mal que
lo había pasado. Hablaba con una leve dificultad, pero su voz era
firme”.
Una vez más, Goytisolo decidió marcharse. Dejó el hospital a los tres
días, contra el criterio de todos los médicos. Dos días después de
llegar a casa perdió el habla y a los cuatro, la capacidad de moverse.
En la madrugada del pasado domingo falleció. Su compañero Abdelhadi nos
explicaba horas después en su casa: “Últimamente tenía dificultades para
respirar. Pero murió tranquilo, en su cama”.
Este es el drama que cargaba sobre sus espaldas el hombre ataviado
con corbata verde a rayas que el 23 de abril de 2015, durante la lectura
de su discurso, preguntó: “¿Cuántos lectores del Quijote
conocen las estrecheces y miseria que padeció [Cervantes], su denegada
solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la
cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del
Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año
de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?”.
Goytisolo logró reparar, al menos, la injusticia social que
padecieron todos los miembros y ancestros de su tribu, condenados a la
pobreza y el analfabetismo. Hoy, Jalid ha concluido un ciclo de
formación profesional, Rida estudia cine en Marrakech y Yunes ha
terminado este mes en Francia una carrera de ingeniería.
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/09/actualidad/1497010964_177086.html
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