24.2.14

Cada noche salía con sigilo, apoyando primero las puntas y después los talones, descansando su peso en ellos para no hacer ruido. Esperaba a que su madre le diera el beso de buenas noches y se asegurara de que la puerta estaba bien cerrada, de que ninguna partícula malvada podía atacar a su niñita.
Miraba las manecillas del reloj hasta que el secundero daba 13 vueltas completas. Entonces empezaba su operación. Reptaba entre las sábanas hasta llegar al filo de la cama, buscaba el suelo con las yemas de sus dedos y se incorporaba, midiendo milimétricamente los movimientos para que el circuito eléctrico que gobernaba su búnker no detectara anomalías. Abría el armario y se ponía su ropa de domingo, la que nunca se ponía, en la que su madre jamás se fijaría a la hora de buscar manchas.  Se atusaba sin gran interés y empezaba su juego. Tres pasos a la derecha, tres hacia delante, otro más a la izquierda, estirar el brazo, pulsar con cuidado el botón autorizado y puerta abierta. Había estado memorizado la secuencia durante meses de forma que era automático. La siguiente operación era la ventana, aunque con ella no había problema de posible chivatazo.
Una vez fuera todo era coser y cantar. Se divertía mucho jugando a as películas; había pasado mucho tiempo deambulando por cada rincón de la ciudad, aprovechando la sórdida noche para estudiar a la gente, para ver sus reflejos, sus gestos y sus conversaciones fuera de cualquier búnker. Intentaba hacer un estudio  de la gente, creyéndose capaz de averiguar la conducta humana.  Las unicas nociones que tenía eran la de su amigo Terry y su madre, de ojos cansados. Después había pasado a la acción.  Le gustaba meterse entre la gente, moverse por el ambiente de los que nunca duermen. Unos días jugaba a ser joven, fumaba cigarrillos sin tragar el humo, reía y charloteaba, intentando ser descortés. Otros días era una transeúnte mirando a la gente con indiferencia.  A veces buscaba llamar la atención. Hacía cualquier cosa brusca y disfrutaba viendo como la gente formaba un círculo a su alrededor
Le encantaba ese juego de teatro, le llamaba la atención lo fácil que había sido establecer un diccionario de conductas, unos moldes mentales en los que todo el mundo encajaba en mayor o menor medida. Fuera de su habitación no había más que un patrón repetido infinitas veces con pequeñas variaciones; no se perdía tanto.
Estaba ansiosa por su puesta en largo, buscaba desesperadamente el molde al que adaptarse cuando su experimento terminara, cuando su madre no tuviese miedo de los virus ni de su flaqueza.

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idas de olla.