No quiero estar aquí, en la calle, mientras las personas sin marcas
caminan sonrientes al lado de sus amigos. Cruzamos las miradas, me
muestran un trozo de ladrillo más del edificio que tengo detrás. Debo de
ser transparente cuando nadie repara en mí, en mis ojos perdidos que a
veces buscan compañía con locura, en mis manos extendidas buscando una
mano para levantarme del suelo, en mi boca abierta que se impacienta por
saludar a cualquier desconocido.
Soy de esa clase de chicas que nunca ha tenido grandes lámparas en mi
habitación pero ahora la única luz es la del sol que se cuela con
timidez por la ventana. Las bombillas explotaron hace mucho tiempo bajo
los cambios de presión donde la atmósfera era bipolar y el clima
intenso, de un hielo que quemaba rostros.
Los cristales se clavaron en mi cuerpo y realmente no me importó. Me los
saqué uno a uno como tantas veces me había arrancado espinas de mi
corazón. Pocas cosas pueden hacerme sentir rota pese a que tenga muchos
huecos. Siempre los pinto de mil y un colores para decorar mi alma, como
tatuajes que narran una historia. También tengo el pecho de acero, de
armadura reluciente pero de débil metal; necesito aceite para hacer
girar mis extremidades y bailar, bailar alrededor de la tristeza fiel
que ha acompañado siempre a mi vida.
Es extraño sentirse feliz y desdichada al mismo tiempo. Quizás sea el
mal del artista que persigue a algunos cual musa. Quizás sea el mal del
drogadicto y el pesar es demasiado adictivo como para dejar de beber de
su oscuridad tan reluciente.
Siempre he contado cuatro cosas como esenciales y de todas, sólo tengo
una. La más difícil, la más inalcanzable, esa de la que narran historias
los bardos e intentan robar los ladrones. Pero me faltan las otras tres
mitades, esas mitades que he ido perdiendo con el tiempo y que ahora
quiero recuperar.
Algunas piezas están demasiado rotas, las muescas no encajan (como mis
pensamientos); dejan espacio entre sí y el óxido ha malgastado su último
aliento, al igual que la distancia lo carcome todo. Necesito engranajes
nuevos que hagan funcionar la maquinaria, que no me recuerden las
batallas perdidas y las personas dejadas atrás.
Y aquí estoy, contando historias en un claro del bosque pese a que no
haya nadie alrededor de la hoguera para escucharlas. Siempre menos,
siempre pequeña, siempre insuficiente a pesar de que lo intenta, siempre
la no guapa pero tampoco fea, siempre no perfecta...
Busco gente que comprenda entre las líneas de mis cuentos donde todos
narran lo mismo pero con distintos hechos, que comprenda en el desastre
que soy y quién me he convertido, que comprenda lo que siento sin
despegar los labios. Nunca he sido de decir lo que siento pero siempre
lo escribo, abierto a quién quiera comprender y fijarse en la chica
invisible que siempre he sido.
Llevo toda una vida intentando ser la mejor para todos pero la fatiga ha
alcanzado mi cuerpo y ya no puedo alcanzarla con mis manos. Pero
siempre espero, espero a que descubran el talento que sé que no tengo en
mis textos, en mis historias, en mis ojos.
Cuando era muy pequeña, cuando las letras comenzaban a recorrer mi
cuerpo, escribí un diálogo para leer cuando fuese mayor. Decía, entre
otras muchas cosas, que todos éramos un grano de arena en el enorme
desierto de la humanidad pero que yo me negaba, a capa y espada, a ser
como el resto. Lucharía por aportar algo más que mi simple existencia.
Esa carta se la entregué a mis seres queridos, necesitaba que
comprendiesen esa parte de mí obsesiva y compulsiva que lograría
destruirme. Pero el terror llenó sus pupilas y desconcertó mi corazón.
Las cartas ardieron en la hoguera junto con mis esperanzas.
Y aquí y ahora me pregunto yo, ¿cuántas cosas he cambiado? ¿A cuántas
personas he marcado? Que levante la mano aquel que esté presente y grite
bien alto "¡yo!" porque me he vuelto ciega. No veo corazones rotos ni
vidas salvadas bajo mi estrella. No hay nada más que un papel en blanco
en una lista de éxitos donde mi nombre adorna el comienzo.
Soy de esa clase de chicas que cuando quiera hablar de algo, termina hablando de todo y resulta confuso.
Observad el desastre en que me ha convertido mi busca de la perfección,
la ironía que me ha hecho pagar la vida por pecados que no creo haber
cometido. Cuanto más intento aferrarme, más defectos me aparecen.
It seems to last for hours
"Necesito engranajes nuevos que hagan funcionar la maquinaria, que no me recuerden las batallas perdidas y las personas dejadas atrás."
ResponderEliminarMe siento tan identificada contigo. Con prácticamente todo lo que has escrito en esta entrada. Brutal Julia.
A mi sí me has marcado.
Oh, desde la distancia agradezco leer lo que has escrito ¡Qué majestuoso! Me he sentido identificada con cada letra, oración, párrafo...
ResponderEliminarGracias.
Este blog es lo mejor que he leído en mucho tiempo. Desde luego, ya has marcado a alguien. Enhorabuena.
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