7.3.15

Vive rápido para no pensar

Vivo rápido para no pensar. Pensar, ¿en qué?
Mejor: vivo rápido para no darme cuenta de las cosas.
De que a veces, cuando estoy sola y sin hacer nada, tengo miedo. Me siento pequeña, la misma pesadilla de siempre (pero despierta) en la que las paredes crecen, todos los objetos crecen, y me sepultan. O a lo mejor soy yo la que me sepulto. Pero pienso en la vanalidad, en lo suerficial que es todo, en lo fugaz, en lo incoherente de las cosas. Y tengo que distraer mi mente. O fingir que no me  he enterado, fingir que sueño demasiado, que he leído demasiado y tengo mucha imaginación. Que estoy bien, que todo está bien, que todo está solo en mi cabeza. (Y la extraña, soy yo)
Darme cuenta que no puedo ahogar a mis demonios, porque ya han aprendido a nadar en mí.
Un día dejé de leerme, dejé de suspirar contra una pared, de mirar el reloj como quien toca el hielo.
Y me olvidé de mí. Pero me equivoqué. No puedes despedirte de una utopía ni enamorarte de tu jodida memoria.
Ahora solo escribo para encontrarme, y aún no sé si hallaré un sueño o un cadáver.
A veces leo a personas tristes que escribieron renglones torcidos durante toda su vida, y las entiendo tanto mientras corren por el pasado, que incluso atrapo sus resquicios de alma de papel. (Y la extraña, soy yo) Es entonces cuando le echo la culpa a Salinger aunque sepa que es mía, que nadie me obligó jamás a romperme en pedazos el alma con cada luz y cada sombra.
Nunca me pusieron esos libros en las manos. No me necesité más que a mí misma para suicidarme a base de belleza y mierda. He creado un ciclo que jamás cambia, un universo hecho de lluvia y canciones de las que te destrozan del corazón a la cabeza.
No le importa a nadie y es natural; el mundo no pertenece a los que abren la melancolía cuando cierran los ojos.
Y la extraña, soy yo.

1 comentario:

idas de olla.