Hombres
claros, hombres de humo e ingrávidos, sin forma, amoldados por las
caricias del viento y los obstáculos de la calle. A veces el viento
soplaba demasiado fuerte y eran transportados a lugares demasiados
lejanos. Su esencia se mezclaba con suaves brisas y sentían una
libertad abrumadora. Podían colarse por cualquier rendija y moverse
sin apenas esfuerzo. Pasaban desapercibidos pero no eran lo
suficientemente transparentes como para dudar de su propia
existencia.
Así
me han contado que eran mis antepasados, y así lo he leído en los
libros de historia. Pero ahora todo está en decadencia. No puedo
figurarme cómo debía ser todo estoantes de que vosotros llegaséis.
Ahora somos toscos y grises, no por nuestra marchitez sino por
vuestra incesante combustión. Vemos como muchos de los nuestros se
reducen a ceniza por el espesor de su vida. Nos cuesta respirar, nos
cuesta movernos, cada vez es más difícil para nosotros encontrar un
cobijo libre de vuestros homicidas actos. A cada respiración vuestra
sentimos una puñalada en el costado. Vosotros sois la masa gris que
no nos deja respirar frescura y nos convierte en seres vulgares.
Vuestro progreso nos lleva a la involución, vuestro libre albedrío
nos condena a la espesura.
Como
hijo de un cigarro nervioso reivindico nuestra postura y detallo
nuestra amenaza. Nos multiplicamos a una velocidad incesante, cada
vez cubrimos más espacio, está en nuestras manos la posibilidad de
hacer grises vuestros climas, de convertir en neblina todo lo que
alcanzáis a ver. Nuestra vista es cada vez más oscura, pasando toda
imagen por un filtro blanco y negro, haciendo sentiros enfermos y
deambulantes. Podemos ocultar vuestros amaneceres y ocasos, podemos
respirar como si estuviésemos en pleno ataque de ansiedad y haceros
sentir un profundo agobio de polvo y fuego.
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idas de olla.