16.2.14

Tengo miedo a mirar a los ojos, no puedo aguantar una mirada, me pueden los nervios ante cualquier señal de cariño. Tengo miedo a que me pregunten qué me pasa y no saber qué decir. Que no duermo, que no siento, que vivo por fantasmas, que no vivo. Que no quiero decepcionar a nadie pero nadie sabe qué puedo ofrecer. Porque yo sola me busco los problemas, porque quise romper ventanas y detrás había balcones.  Soplo y hay ceniza, el tiempo pasa y parecen motas de polvo tambaleándose en derredor mía. Están ahí pero es imposible tocarlas, no puedo cogerlas y mirarlas, se escapan entre los dedos y desaparecen, caen al suelo, de donde jamás volverán a ser recuperadas.
Que no sé ni lo que escribo, son impulsos, son las tres de la madrugada y parece que el que menos llora gana. Quiero correr pero mis pulmones me fallan, las ganas me ahogan y los nervios me distraen.
La indiferencia llega hasta mi existencia.  Hay días que he sido tentada en coger mi esperanza y lanzarla a a fosa común donde yacen los sueños.
Vivo en azul, eléctrico, distinguible a kilómetros luz, azul que se pone elegante en cada descuido, que transpasa las entrañas y se manifiesta.
Buscando al moroso que se fue sin pagar y me dejó con una deuda que ahora me ahoga y me lleva al deshaucio que nadie puede evitar. Buscando al guardián que me guarde del centento, al que conspire contra mí y me diga esas palabras que siempre he buscado sin encontrar. Escribir funciona, pero solo a veces.

1 comentario:

idas de olla.