15.12.13

Camino de perfección, Pío Baroja

La abulia 
    Bajamos a la Castellana, comenzamos a caminar hacia Madrid. Fernando tomó el tema de antes y siguió:
    -Esto no creas que me ha molestado; lo que me molesta es que me encuentro hueco, ¿sabes? Siento la vida completamente vacía: me acuesto tarde, me levanto tarde y al levantarme ya estoy cansado; como, me tiendo en un sillón y espero la hora de cenar y de acostarme.
    -¿Por qué no te casas?
    -¿Para qué?
    -¡Toma! ¿Qué sé yo? Para tener a una mujer a tu lado.
    -He tenido una muchacha hasta hace unos días en mi casa.
    -Y ¿ya no la tienes?
    -No; se fue con un amigo que le ha alquilado una casa elegante y la lleva por las noches a Apolo. Los dos me saludan y me hablan; ninguno de los dos cree que a obrado mal conmigo. Es raro, ¿verdad?. Si vieras; está mi casa tan triste...
    -Trabaja más.
    -Chico, no puedo. Estoy tan cansado, tan cansado...
    -Haz voluntad, hombre. Reacciona.
    -Imposible. Tengo la inercia en los tuétanos.
    -¿Pero es que te ha pasado alguna cosa nueva; has tenido desengaños o pemas últimamente?
    -No; si fuera de mis inquietudes de chico, mi vida se ha deslizado con relativa placidez. Pero tengo el pensamiento amargo. ¿De qué proviene esto? No lo sé. Creo que es cuestión de herencia.
    -¡Bah! Te escuchas demasiado.
Mi amigo no contestó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

idas de olla.