6.5.11

¿Buscando la salida?


Hasta entonces nunca me había preguntado el motivo. Tal vez fue su comentario el que me abrió los ojos… O tal vez no. No lo había pensado porque no quería encontrarme ante la escrutadora mirada de la realidad. A penas unos momentos más tarde, descubrí una lágrima deslizándose por mi mejilla.
No pude hacer nada para evitarlo, pero no podía dejar de pensar que tenía la culpa. Ahora estoy enjaulado por mi sentimiento de culpabilidad, en un lugar donde las frías cadenas me desgarran la piel con su áspero roce y las paredes de piedra uniformes enfrían los corazones humanos hasta hacerlos enloquecer de dolor. Puerta de metal blindado. Apenas llegan un par de destellos a través del ventanuco con barrotes… siempre y cuando no lo cierren. Todo esto y la agobiante y heladora concentración de aire por falta de ventilación pueden marchitar a la persona más inocente, buena u optimista. E incluso aunque sepas que no tuviste nada que ver, el vacío te hace dudar si de veras fue así.
Un día debió haber una revuelta… os lo cuento así porque sólo tengo historias de rumores y titulares de periódicos para fiarme de ello, ya que yo seguía sentado en el frío suelo de piedra cabizbajo, lamentándome de mi existencia. Una persona encapuchada, una mujer a juzgar por su constitución, abrió la jaula de mis fracasos. Recuerdo como la mujer utilizaba una llave, que obviamente no era suya, de algún guardia quizá, para romper mis ataduras.
Con un gesto de su mano me indicaba que la siguiera, y mientras me instaba a que me levantase y me informaba de que pronto llegarían los guardias. «Yo puedo mostrarte la salida», me dijo con su sibilante voz, «siempre que quieras…».
¿De veras buscaba escapatoria? ¿O esa jaula había quemado mis alas y me impedía volar? Por un momento me quede sin aliento, y respiré hondo. La mujer esperaba una respuesta, y no había tiempo de pararse a pensar.

1 comentario:

idas de olla.