1.7.10

Gracias.

De todas las formas posibles de las que tratamos de encontrar felicidad donde no la hay, nunca nadie se ha parado a pensar en la respuesta adecuada a este tipo de enunciado. Porque nos matamos tanto en una contestación hipermegasuperultrarebuscada que ni nos damos cuenta de que aquello que tan difícil parece ser de encontrar se acomoda delante de nosotros sin ninguna intención de jugar al escondite. Pero somos ciegos... ciegos perdidos.


Nunca pretendí escabullirme de esa lista de personas, de ese montón que busca algo indefinido y, entre otras cosas, abstracto. Claro que formo parte de ella. Pero no tardé en tachar mi nombre de ese trozo de papel porque, hoy he pensado. Hoy he reflexionado por ti. Y me he dado cuenta de cosas que, aunque siempre las haya tenido presentes en mi vida, nunca imaginé dibujarlas como el centro de una felicidad mínima de mi persona.


Bueno, ahí va.


Creo, a la vez que estoy convencida de que, parte de lo que forma mi felicidad, sois vosotros/as. Y si tengo que entrar en detalles, lo hago. Tú eres parte de mi felicidad. Y por increíble que parezca, pienso que cada una de las sonrisas que se me deslizaron en la cara cada mañana, cada minuto que pasé entre las personas que me importan, tú fuiste una de las que lograron sosegadamente estrecharlas. Probablemente ésa no fuera tu intención, ni la mía responder de tal manera, pero lo hice. Lo hiciste, al igual que lo hicimos. Has sido hasta hoy una especie de amuleto, mi estrella de la suerte. Me has acompañado hasta hoy durante todo mi camino, siguiendo cualquier trayectoria que tomara yo, sin hacer ninguna pregunta. Simplemente pisando mis pasos, sonriéndome, haciéndome sonreír, haciéndome reír, haciéndome gozar de un momento más de mi vida junto a ti. Y, además, pienso que no todo el mundo puede conseguir cosas de este tipo. Ya sea porque no se lo proponen o quizá porque yo no soy accesible para todos. De todas formas, ahora tengo clara una cosa. Y es que no pienso dejar de lado nunca más aquello que creía un regalo adicional de la vida. Porque sé que hay muchas, muchas, muchísimas, incluso demasiadas cosas importantes en este mundo como para dejar ésta de lado. Aquella que se resume en todo y nada, cuya palabra empieza por A, en medio tiene -mis- y acaba en -tad.


Mañana te regalaré la más bonita de mis sonrisas, pasado mañana también, y al día siguiente, y al siguiente. Puedes estar segura de ello, no te defraudaré. Has sido inconscientemente una de las cosas más importantes de mi integridad, y no encuentro motivo por el que deberías dejar de serlo mañana. Por mucho que lo piense, por muchos ángulos desde los que se mire, no hay explicación válida para ésto. De ninguna manera la hubo, pues no la hay, ni la habrá jamás.


No pronunciaré las palabras que esperas, las dos composiciones de letras que debería depositar aquí. Créeme, no lo pienso hacer. Y no implica el hecho de que, a consecuencia de algunos altibajos que me debilitaron a lo largo de mi vida, me haya cerrado. Para nada. Simplemente trato de exteriorizarme de nuevo, ser yo otra vez, y quizá sorprenderte. Pero sin decir aquello que quieres oír. Hoy, al menos, no. No es que sea algo que vaya a permitir de momento, que vaya a consentir deliberadamente. Claro que no porque, después de todo, si lo dijera este texto no tendría sentido, ni tú ni yo lo tendríamos tampoco. Lo que nos compone desde el principio, desde que nos conocemos y claramente desde nuestros inicios, dejaría de ser algo que anhelamos. Las palabras ya no serían palabras, los sentimientos tampoco. Y tú y yo, no seríamos lo que somos hoy: AMIGAS, amigas de verdad.

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idas de olla.